Al ver nuestra ingeniería,
Me dan ganas de llorar,
Igual que la economía,
Hoy no puede despegar,
En la UAQ en este día,
De eso y más vamos a hablar.
Hoy 30 de abril, presentaré en el Auditorio de la Facultad de Ingeniería de la UAQ una semblanza de la ingeniería en el marco de los centenarios y bicentenarios.
Acepté la invitación, para aprovechar estas fechas, no para festejar sino para recordar la historia y replantear los pendientes, que son muchos. Nuestra ingeniería por ejemplo, está hoy en situación similar a la que tuvo durante la dictadura porfirista, en la que todas las obras importantes se otorgaban en concesión a empresas extranjeras, pero ahora con el agravante de que nuestra ingeniería ya había alcanzado alto nivel de desarrollo, competitividad e independencia tecnológica.
En la época de la Colonia, las obras prioritarias eran las que les facilitaran la sobre explotación y el saqueo del oro y la plata de nuestras minas. En el México independiente y con el apogeo de los ferrocarriles, Santana, Juárez y Lerdo de Tejada construyeron los primeros tramos, luego, Díaz quería seguir la tendencia de apoyar a empresas mexicanas, pero no aguantó la presión de grupos norteamericanos y les concesionó las líneas México-Cd Juárez y México-Nuevo Laredo y luego muchas más, la gran mayoría hacia fronteras y puertos para favorecer la exportación de materias primas y la importación de productos terminados, igual que en La Colonia.
Luego vino la Revolución y su espíritu nacionalista. En 1910 la Real y Pontificia Universidad de México (1553) se transformó en Universidad Nacional y absorbió a la Escuela de Ingenieros y logró su autonomía en 1933. Se crearon la Comisión Nacional de Caminos y la Comisión Nacional de Irrigación, la CFE, se expropiaron los ferrocarriles y la industria petrolera y los ingenieros mexicanos alcanzaron gran experiencia. Empresas norteamericanas hicieron las 3 primeras grandes presas, con participación relevante de ingenieros mexicanos, por lo que para las siguientes ya sólo se conservó a algunos asesores extranjeros hasta que se logró total autonomía.
Después de la segunda guerra mundial y bajo el modelo de economía mixta, el control de las obras públicas y su financiamiento lo mantuvo el gobierno, pero la ejecución correspondió a pequeñas, medianas y grandes empresas de capital privado y social, las que recibían anticipos y pagos por avances de obra. Se construyeron caminos con criterio de integración nacional, escuelas, hospitales, vialidades urbanas, autopistas, aeropuertos y puertos, se electrificó la mayor parte del país, se construyeron refinerías y plantas petroquímicas para darle valor agregado al crudo y disponer de gasolina, fertilizantes y otros productos necesarios. Nuestra industria de la construcción alcanzó reconocimiento e incluso participaba y ganaba concursos internacionales de obra.
A mediados de los 80’s y con la entrada a la globalización, dentro de muchas medidas que han sido nefastas, se modificó el criterio de asignación de grandes contratos de obra, sustituyendo calidad y precio por disponibilidad de recursos. Quien ganara no recibiría ni anticipo ni pago de avances de obra, sino el pago hasta que ya estuviera operando. Más del 80% de los contratos están en manos de empresas extranjeras.
Ahora el país exporta petróleo crudo (bien no renovable) e importa gasolinas, productos petroquímicos y alimentos, generando riqueza y empleo en otros países y no aquí. Las grandes obras son para los extranjeros y mientras nuestras empresas cierran y nuestros ingenieros están sin empleo. Los egresados de universidades, sobre todo de las públicas, debemos luchar por una ingeniería nacionalista, eficiente y competitiva, que sea pilar de un desarrollo sostenido, sustentable y con justicia social.
jueves, 29 de abril de 2010
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