El Maximato existió,
Y sigue estando presente,
Sólo que ahora cambió,
Ya no lo hace el Presidente,
La lana y quién lo apoyó,
Hace al poder dependiente.
En política frecuentemente se habla de “Maximato” para señalar la influencia del Gobernante saliente sobre el entrante, en la función y en las decisiones que ya sólo a él conciernen. El término se deriva del periodo histórico y político de nuestro país, que va de 1928 a 1934 y debe su nombre a Plutarco Elías Calles, conocido como El Jefe Máximo de la Revolución, ya que aunque sólo fue presidente de 1924 a 1928, durante los seis años siguientes, los tres presidentes que lo sucedieron: Emilio Portes Gil (1929-1930), Pascual Ortiz Rubio (1930-1932) y Abelardo L. Rodríguez (1932-1934) se mantuvieron subordinados, en menor o mayor medida, a los intereses y políticas del ex presidente. Esta influencia la quiso continuar en el mandato del General Lázaro Cárdenas, pero éste se la sacudió meses después y lo expulsó del país en 1936.
El Maximato surgió en un momento de gran agitación social y política, después de la dictadura y del movimiento armado. Se inició con el magnicidio de Obregón, quién modificó la Constitución para volver a ocupar la Presidencia, siendo que ya había sido Presidente de 1920 a 1924. A su muerte, el poder recayó en forma natural en él, quien decidió ejercerlo indirectamente, detrás de gobernantes débiles.
El “maximato” se ha mantenido a lo largo de nuestra historia pero con muchas variantes. Es claro que cada gobernante, siempre trata de imponer sucesor, y mueve sus hilos para lograrlo. Argumenta que su proyecto político debe tener continuidad, cuando en la mayoría de los casos lo que busca es mantener su influencia conservando poder y sobre todo, garantizar protección ante posibles ataques, justificados o no, de contrincantes políticos.
Los grupos privados y los grupos sociales no han sido ajenos al “maximato”. Desde hace muchos años se acostumbra que los empresarios apoyen con recursos las campañas de los candidatos, para después obtener contratos y recuperar con creces sus inversiones. Grupos sociales, como sindicatos de trabajadores u organizaciones de campesinos, dan también su apoyo a cambio de prerrogativas y privilegios, que generalmente son acaparadas por los líderes. Estos grupos no formaban parte del poder público, aunque muchas veces fueran utilizados para fines políticos.
Hace pocos años, después de las reformas políticas que han permitido una mayor competencia entre partidos, el “maximato” ha adquirido nuevas dimensiones. Los candidatos tienen que hacer alianzas, pactos, compromisos, no todos ellos transparentes, para tratar de obtener el poder, de manera que los que lo logran, quedan maniatados para actuar, pues casi para donde se quieran mover hay alguien que brinca y protesta, sea sindicato de maestros, sean televisoras o medios de comunicación, sean transportistas, sean banqueros, sean empresarios o políticos poderosos tanto del partido ganador como de los opositores. Todos quieren influir, colocan gente en puestos claves, protestan ante cualquier posible medida en su contra y se deslindan de cualquier responsabilidad política. Los gobiernos no hacen lo que se necesita, sino lo poco que no afecte intereses y sus equipos de trabajo están plagados de recomendados, que entorpecen la marcha de la administración.
El General Cárdenas tardó 6 meses en sacudirse la influencia para poder actuar con mayor libertad. Hay otros a los que ya se les pasó el tiempo para quitársela y unos más, aún están en buen tiempo para hacerlo, ya que no deben olvidar que para la historia ellos son los únicos responsables de lo que suceda o deje de suceder.
miércoles, 14 de abril de 2010
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