ISSSTE
Ing. Guillermo Castellanos G. Abril de 2010
Pues bien, este es un relato de un hecho que pudo suceder o no, lo importante es que menciona datos reales y puede resultar ilustrativo de la situación actual de nuestro país.
Todo comenzó el 4 de enero pasado. Asistí a una reunión abierta en la que el Comité de Festejos del Centenario de la Revolución y del Bicentenario de la Independencia, daría a conocer su programa, que incluía bailables, conciertos, conferencias, exhibición de películas, obras de teatro y muchas cosas más.
Estaba lleno, recordemos que el mexicano es fiestero por naturaleza, no importa el motivo, lo importante es la pachanga. No hay chamba, subieron los combustibles, aumenta la violencia, corrupciones, al cabo que aquí no pasa nada, no hay culpables, mientras tengamos telenovelas y vayamos al mundial del futbol. ¡Viva México!
Después de la presentación vinieron las felicitaciones y antes de que se diera por terminado el evento, pedí la palabra y dije: “no estoy en contra de las actividades anunciadas, yo también soy pachanguero; sin embargo pienso que no tenemos mucho qué festejar. Mucha gente murió para darnos independencia, para eliminar pobreza, desigualdades, privilegios, en suma para que viviéramos mejor, y yo veo al país con pobreza creciente, una industria desmantelada, una educación de escasa calidad, con nuestra fuente de hidrocarburos en declive, con una creciente dependencia en alimentos, gasolinas y tecnología y con muchos conciudadanos que han tenido que emigrar hacia Estados Unidos buscando oportunidades de trabajo.
El Presidente del Comité me interrumpió diciendo que ese no era el tema y que el tiempo había concluido; sin embargo, algunos asistentes pidieron que me dejaran continuar y el clamor se generalizó. Me volvieron a dar la palabra pidiéndome concreción.
Retomé la palabra. Pienso que debemos aprovechar estas fechas no para festejar sino para rememorar, o sea, para volver a traer a la memoria la situación prevaleciente de injusticia que dio lugar a estas luchas. Lo importante es analizar los logros y las tareas pendientes que son muchas, para no vanagloriarnos con lo alcanzado, sino preocuparnos y ocuparnos con lo pendiente.
El Presidente señaló que eran evidentes los avances y los beneficios de esas guerras. En nuestras ciudades se ve progreso, grandes obras, exportamos mucho petróleo, tenemos democracia.
Le dije que me preocupaba que nos dejábamos llevar por la reacción, la improvisación, la ignorancia, el corto plazo, la corrupción y la incertidumbre, se gasta en lo superfluo y se desatiende lo necesario. Tenemos rezagos, desesperanza, desencanto y violencia.
El Presidente volvió a interrumpir diciendo que tenía un punto de vista muy pesimista y que mejor se daba por concluida la reunión.
La gente volvió a protestar y a exigir que me permitieran seguir, así que al Presidente no le quedó otra alternativa.
Voy a tratar de concentrarme en lo que ha pasado con mi profesión: la ingeniería y la industria de la construcción. A pesar de haber alcanzado hace unos años gran desarrollo, prestigio y reconocimiento internacional, ahora esta devastada, han cerrado muchas empresas, muchos ingenieros están desempleados, mientras que las empresas extranjeras son las que construyen muchas de nuestras obras.
En la época de la Colonia, construir obras que beneficiaran al pueblo no era prioridad, lo importante era construir aquellas obras que facilitaran la sobre explotación y el saqueo del oro y la plata de nuestras minas para trasportarlos a los puertos y exportarlos hacia Europa. También construyeron bellas ciudades, cerca de esas minas, para que ahí vivieran los españoles y pudieran atender sus negocios. Como preludio de la independencia, se crearon la Real Academia de Minería y la Academia de Artes de San Carlos y España envió a personajes ilustrados. Los criollos se beneficiaron con lo más avanzado del pensamiento mundial y se convirtieron en promotores del movimiento independentista y empezó la formación de profesionistas nacionales.
El Presidente interrumpió preguntándome mi opinión sobre la mundialmente reconocida red de ferrocarriles construida por Díaz.
En el México independiente vino el apogeo de los ferrocarriles en Europa, así que desde Santana, Juárez y Lerdo de Tejada construyeron los primeros tramos. En la primera etapa de Díaz trató de seguir la tendencia de apoyar a empresas mexicanas, pero no aguantó la presión de grupos norteamericanos y les dio la concesión de dos importantes líneas que fueron México-Cd Juárez y México-Nuevo Laredo. En total construyó cerca de 20,000 Km de líneas, la gran mayoría hacia fronteras y puertos para favorecer la exportación de materias primas y la importación de productos terminados, igual que en La Colonia. Aunque trabajaron algunos ingenieros mexicanos en estas líneas, no se les dio la oportunidad de la responsabilidad y todas las obras se siguieron concesionando a empresas extranjeras.
Después de la Revolución vino un espíritu nacionalista que se reflejó en muchas cosas, incluyendo el arte y la pintura. En 1910 la Real y Pontificia Universidad de México creada en 1553 se transformó en Universidad Nacional en 1910 y absorbió a la Escuela de Ingenieros y después del movimiento estudiantil de 1929, logró su autonomía en 1933 y luego, en 1936, se fundó el Instituto Politécnico Nacional.
En ese período se creó la Comisión Nacional de Caminos y la Comisión Nacional de Irrigación, entidades donde los ingenieros mexicanos alcanzaron gran experiencia construyendo todo tipo de caminos, obras de riego para mejorar la producción en el campo y obras de suministro de agua a las ciudades. También se creó la CFE, se expropiaron los ferrocarriles y en 1938 vino la expropiación petrolera, todo lo cual representó un gran reto para nuestra ingeniería, mismo que superó con éxito, al avanzar en la electrificación del país, en la construcción de más líneas ferroviarias y en hacer producir a PEMEX como pilar del desarrollo industrial incipiente en el país. Todos los ingenieros mexicanos eran empleados de las dependencias y empresas del gobierno y al recorrer el país se volvieron en agentes de cambio pues lograron sensibilizarse de las grandes necesidades del país. A diferencia de lo que se hizo con los ferrocarriles, en ésta época las 3 primeras grandes presas, Presidente Calles en Aguascalientes, Don Martín en Coahuila y Abelardo Rodríguez en Baja California fueron hechas por empresas norteamericanas, con participación relevante de ingenieros mexicanos, por lo que para las siguientes ya sólo se conservó a algunos asesores extranjeros hasta que se logró total autonomía.
Después de la segunda guerra mundial, el país entró en un modelo de economía mixta, donde el gobierno mantuvo el control de las actividades prioritarias y propició que empresas de capital privado y social se encargaran de las restantes. En el caso de la obra pública se crearon empresas constructoras pequeñas, medianas y grandes, que se encargaron de la ejecución de las obras, manteniendo el gobierno el control de la planeación, supervisión y pago de las mismas de acuerdo a los avances de obra. Se construyeron escuelas, hospitales, vialidades urbanas, carreteras incluyendo autopistas, aeropuertos y puertos, se electrificó la mayor parte del país, se construyeron refinerías y plantas petroquímicas para darle valor agregado al crudo y disponer de las gasolinas, fertilizantes y otros productos que necesitábamos. Nuestra industria de la construcción alcanzó niveles de competitividad e incluso participaba y ganaba concursos internacionales de obra.
El Comité ya se había metido al tema y el Presidente me preguntó francamente interesado que qué es lo que había pasado después.
El país tenía crisis recurrentes por excesivo endeudamiento y por el proteccionismo mal aplicado al desarrollo agrícola e industrial y sin consultarnos nos metieron a la globalización a partir de mediados de los 80’s. El gobierno debía salirse de todas las actividades productivas, ya que todas deberían atenderse por empresas privadas, bajo el argumento de que nada se debía planear, ya que el “libre mercado” todo lo acomodaba. Teníamos que abrir fronteras, eliminar aranceles y propiciar la inversión extranjera.
Se cerraron muchas empresas públicas, muchas más se malbarataron y otras se concesionaron a empresas extranjeras como los ferrocarriles y la mayoría de los bancos. Algunos inversionistas mexicanos que se beneficiaron con la privatización como el caso de Telmex y Televisión azteca, han contado con situación de privilegio y sus dueños han entrado a las listas de los más ricos del mundo.
En materia de obra pública el cambio fue catastrófico para la ingeniería y las empresas. El gobierno, argumentando que no tenía dinero cambió los esquemas de licitación de las obras cambiando los criterios de precio y calidad por el de capacidad de financiamiento, o sea que el gobierno dejó de pagar estimaciones conforme a los avances de obra y señaló que la empresa que ganara debía cubrir todos los costos y se le pagaría hasta que ya estuviera en operación, con lo cual las únicas empresas que podían participar eran extranjeras con respaldo de capital de sus países de origen y poco a poco se han ido adueñando del mercado, sobre todo en el campo energético donde los proyectos son de costos muy elevados inaccesibles para las empresas mexicanas, que estaban descapitalizadas y sin apoyo del sistema financiero. En la actualidad más del 80% de los montos contratados por el gobierno son con empresas extranjeras, las que algunas veces otorgan subcontratos o destajos a empresas mexicanas, a precios muy por debajo de los contratados, o sea que recogen las migajas.
Como ven señores del Comité y distinguidos asistentes, el país sigue exportando materias primas como el petróleo crudo e importa gasolinas y productos petroquímicos, generando riqueza y empleo en donde se procesa, no aquí, tenemos una educación de escasa calidad, tenemos alto nivel de desigualdad y de desempleo, hay un pequeño grupo de privilegiados que acumula el capital y casi no paga impuestos, mientras que la mayoría sobrevive con sueldos de hambre o en la economía informal creciente, gastamos mucho para simular que tenemos democracia y la gente no cuenta para las decisiones.
El Presidente me preguntó ¿Usted propone una nueva Revolución?
Yo creo que debemos conmemorar nuestras gestas levantándonos en armas, luchando para rescatar nuestra independencia mancillada por los dogmas de la globalidad, pero lo debemos hacer con las armas del talento, de la inteligencia y de la razón, con las armas del conocimiento, de la ética, de la democracia. Con el arsenal que nos ha dotado la universidad pública. Luchemos por una ingeniería nacionalista, eficiente y competitiva y hagamos una gran cruzada ciudadana por la participación de los que saben, que son muchos, en la atención y solución de los grandes asuntos nacionales, con visión de largo plazo y no con el horizonte del 2012. Entregué al Presidente copia de mi documento con propuestas, agradecí y me despedí.
FIN
jueves, 29 de abril de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario