jueves, 15 de octubre de 2009

Farolitos y diablitos

Órgano desconcentrado,
Odiado por mucha gente,
Un decreto lo ha acabado,
Y lo firmó el Presidente,
Culpables han ocultado,
Alguien seguro nos miente.

El domingo pasado entró en vigor el decreto que extingue al Organismo Público Descentralizado Luz y Fuerza del Centro, aunque desde el sábado en la noche la policía federal tomó las instalaciones. Al parecer la decisión, que seguramente estaba tomada desde meses atrás, se anunció aprovechando el conflicto interno en el Sindicato Mexicano de Electricistas, derivado de sus recientes elecciones y de la no toma de nota por la Secretaría del Trabajo.

El sindicalismo en México se convirtió desde hace muchos años en un brazo político del gobierno en turno. Cuando todo era priista, los sindicatos actuaban a favor de los intereses políticos del gobierno y como pago recibían canonjías y paulatinamente se convirtieron en grupos privilegiados. Ahora con la diversidad de partidos cada sindicato está más o menos alineado con alguna fuerza política y en lugar de luchar por mejorar la productividad de sus empresas, están en un juego político que les deja buenos dividendos. Los líderes se enriquecen y los sindicalizados obtienen mejores condiciones respecto al resto de la clase trabajadora.

Nuestro país se caracteriza por su creciente desigualdad: un pequeño grupo de empresarios poderosos con trato fiscal y laboral privilegiado que pagan muy pocos impuestos, mientras la mayoría de empresas micro, pequeñas y medianas sufren para sobrevivir; un pequeño grupo de agricultores poderosos con apoyo para exportar, obtienen grandes utilidades, mientras que la mayoría de los campesinos no tiene ni crédito, ni seguro, ni asistencia técnica, ni apoyos a la comercialización, y muchos han tenido que emigrar hacia EEUU; un pequeño grupo de funcionarios de alto nivel en el ejecutivo, en el legislativo y en el judicial con exagerados sueldos y prestaciones, mientras que la mayoría de los burócratas los tienen modestos; un pequeño grupo de trabajadores afiliados a sindicatos privilegiados con sueldos y prestaciones muy por arriba de la mayoría de los trabajadores, mientras cerca del 50% de la fuerza laboral trabaja sin prestación alguna (sea en mercado informal o con los esquemas de outsourcing).

Los trabajadores de empresas no se fijan su sueldo ni sus prestaciones, sino que éstos, se acuerdan entre la administración de la empresa y el sindicato y ahora pareciera que los únicos culpables son los trabajadores. Este gobierno y los anteriores renunciaron a tratar de mejorar la operación de las empresas públicas y prefirieron deteriorarlas para cerrarlas o venderlas, por ineficaces e improductivas, como si no fuera el gobierno, al ser el dueño, el principal responsable de su condición. ¿Van a desaparecer los demás organismos subsidiados?

Me hubiera gustado el anuncio del Presidente, ante la crisis tan severa que tenemos, de un programa concertado, que incluyera eliminación o al menos disminución severa de privilegios de empresarios, funcionarios, sindicatos, banqueros. Hay que tener autoridad moral para exigir, dando el ejemplo, para no dar la impresión de que una medida que puede sonar bien, como la anunciada, obedezca más a razones políticas que a verdaderos deseos de mejorar los servicios. Luz y fuerza tiene equipo obsoleto y CFE le vende energía cara traída de lejos, ¿por qué? Nunca interesó al gobierno tratar de modernizarla y hacerla productiva. ¿Quién aprovechara la red de fibra óptica construida por el Organismo? ¿Cuánto del subsidio será por el costo laboral y cuanto por el costo de venta de CFE? El gobierno tiene muchas preguntas para contestar. A Salinas de Gortari se le aplaudió mucho en su momento los golpes a La Quina y a Jongitud ¿A quién benefició? Muchos aplauden a Calderón. ¿Ahora será distinto?

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