Políticos dan el grito,
Y se escucha muy obsceno,
Le cambian a Don Benito,
¡Tienen derecho a lo ajeno!
La gente unida, repito,
Debe luchar por lo bueno.
Una proporción alta de nuestra población sigue siendo conservadora y reaccionaria y se identifica más con Iturbide que con Hidalgo o Morelos, prefieren a Don Porfirio sobre Villa o Zapata y admiran más al bello Maximiliano que al indio Benito Juárez.
Lo mismo les pasa a los gobiernos conservadores, aliados a la parte más retrógrada de la Iglesia, la que por siglos ha estado más cerca del poder que de la gente ¿Hubo excomunión a Don Miguel Hidalgo? ¿Las puertas del infierno se abrieron para recibir el alma de Benito Juárez? Ahora que estamos cerca de los aniversarios del centenario de la Revolución Mexicana y del bicentenario de la Independencia de México, debe ser muy difícil para ellos el tener que organizar los festejos de esos dos grandes movimientos sociales de nuestro país y tener que ensalzar a líderes que lucharon contra gobiernos conservadores que tenían al país en manos de personas que velaban más por los intereses extranjeros que por los del pueblo y los de la nación.
Recordemos la época de la paz porfiriana, que intentó destruir el último resto de pundonor y de dignidad de nuestra raza. Dios mandaba en los cielos, Don Porfirio en la tierra, Terrazas y Creel en Chihuahua, etc, los que desplegaban ante el pueblo embrutecido, alcoholizado, anestesiado y muerto de hambre, su lujo, sus rapiñas, sus asesinatos y sus asaltos al derecho a la vida, a la honra y a los bienes de los indefensos. Era la época de las grandes concesiones ruinosas para el país, pero muy benéficas para los favorecidos del régimen, en ferrocarriles, en zonas petrolíferas de muy alta riqueza, mientras los chorros de libras esterlinas iban como comisiones o propinas, llenando los bolsillos de nuestros más preclaros estadistas. Era la época en que Limantour entregaba el usufructo de nuestro crédito a unos cuantos usureros, que no impulsaban obras y aprovechaban las necesidades e ignorancia de nuestro pueblo.
Los liberales del siglo XIX constituyeron sin duda, la generación más brillante y honesta de nuestra zarandeada historia cultural y política, encabezada por el indio zapoteco Benito Juárez, quien nunca traicionó su austeridad republicana, lucho contra la intervención extranjera apoyada por los conservadores y creó las instituciones indispensables para garantizar la salud de un régimen republicano que intentó conciliar las leyes con la justicia y encontró en el laicismo la mejor y más justa forma de convivencia social. Despertó el entusiasmo de Víctor Hugo y de Unamuno por su labor civilizatoria y por el radicalismo inteligente de su pensamiento liberal y libertario.
Nuestro país está gobernado por grupos conservadores, cercanos a la Iglesia pero alejados de los ideales juaristas, cuyo apotegma modificaron a su conveniencia “El que respeta la paz tiene derecho a lo ajeno” y si no, vean sus sueldos y prestaciones, las grandes concesiones al gran capital nacional y extranjero, la clase trabajadora explotada y sin oportunidades, las empresas públicas como botín de políticos y líderes, los bancos extranjeros enriqueciéndose sin freno, la desigualdad creciente con ricos exhibiendo su riqueza y millones de pobres sufriendo hambre y desencanto.
No obstante lo anterior, creo que los ciudadanos y la población en general debemos festejar, pero no participando en los actos oficiales, sino organizando foros y reuniones para recordar los ideales y valores que se han quedado como letra muerta y exigir que se cumplan. El congreso tiene una oportunidad para evitar un estallido social.
Y se escucha muy obsceno,
Le cambian a Don Benito,
¡Tienen derecho a lo ajeno!
La gente unida, repito,
Debe luchar por lo bueno.
Una proporción alta de nuestra población sigue siendo conservadora y reaccionaria y se identifica más con Iturbide que con Hidalgo o Morelos, prefieren a Don Porfirio sobre Villa o Zapata y admiran más al bello Maximiliano que al indio Benito Juárez.
Lo mismo les pasa a los gobiernos conservadores, aliados a la parte más retrógrada de la Iglesia, la que por siglos ha estado más cerca del poder que de la gente ¿Hubo excomunión a Don Miguel Hidalgo? ¿Las puertas del infierno se abrieron para recibir el alma de Benito Juárez? Ahora que estamos cerca de los aniversarios del centenario de la Revolución Mexicana y del bicentenario de la Independencia de México, debe ser muy difícil para ellos el tener que organizar los festejos de esos dos grandes movimientos sociales de nuestro país y tener que ensalzar a líderes que lucharon contra gobiernos conservadores que tenían al país en manos de personas que velaban más por los intereses extranjeros que por los del pueblo y los de la nación.
Recordemos la época de la paz porfiriana, que intentó destruir el último resto de pundonor y de dignidad de nuestra raza. Dios mandaba en los cielos, Don Porfirio en la tierra, Terrazas y Creel en Chihuahua, etc, los que desplegaban ante el pueblo embrutecido, alcoholizado, anestesiado y muerto de hambre, su lujo, sus rapiñas, sus asesinatos y sus asaltos al derecho a la vida, a la honra y a los bienes de los indefensos. Era la época de las grandes concesiones ruinosas para el país, pero muy benéficas para los favorecidos del régimen, en ferrocarriles, en zonas petrolíferas de muy alta riqueza, mientras los chorros de libras esterlinas iban como comisiones o propinas, llenando los bolsillos de nuestros más preclaros estadistas. Era la época en que Limantour entregaba el usufructo de nuestro crédito a unos cuantos usureros, que no impulsaban obras y aprovechaban las necesidades e ignorancia de nuestro pueblo.
Los liberales del siglo XIX constituyeron sin duda, la generación más brillante y honesta de nuestra zarandeada historia cultural y política, encabezada por el indio zapoteco Benito Juárez, quien nunca traicionó su austeridad republicana, lucho contra la intervención extranjera apoyada por los conservadores y creó las instituciones indispensables para garantizar la salud de un régimen republicano que intentó conciliar las leyes con la justicia y encontró en el laicismo la mejor y más justa forma de convivencia social. Despertó el entusiasmo de Víctor Hugo y de Unamuno por su labor civilizatoria y por el radicalismo inteligente de su pensamiento liberal y libertario.
Nuestro país está gobernado por grupos conservadores, cercanos a la Iglesia pero alejados de los ideales juaristas, cuyo apotegma modificaron a su conveniencia “El que respeta la paz tiene derecho a lo ajeno” y si no, vean sus sueldos y prestaciones, las grandes concesiones al gran capital nacional y extranjero, la clase trabajadora explotada y sin oportunidades, las empresas públicas como botín de políticos y líderes, los bancos extranjeros enriqueciéndose sin freno, la desigualdad creciente con ricos exhibiendo su riqueza y millones de pobres sufriendo hambre y desencanto.
No obstante lo anterior, creo que los ciudadanos y la población en general debemos festejar, pero no participando en los actos oficiales, sino organizando foros y reuniones para recordar los ideales y valores que se han quedado como letra muerta y exigir que se cumplan. El congreso tiene una oportunidad para evitar un estallido social.
No hay comentarios:
Publicar un comentario