Están de fiesta en el cielo,
Coincidencia singular,
Murieron Amalia y Chelo,
Vivieron vida ejemplar,
Las familias están de duelo,
Nadie las podrá olvidar.
Me voy a remontar a 1934 al día anterior a la toma de posesión como Presidente de la República del General Lázaro Cárdenas del Río. Un joven Abogado que dirigía un periodiquito político llegó a la casa del General solicitándole una entrevista para obtener las primicias con los nombres de los que integrarían su Gabinete.
El joven había nacido en Coahuila, estudiado Leyes en Guadalajara, se casó en Morelia y trabajó en Michoacán cuando el General era Gobernador de esa entidad y parece ser que su brillante desempeño había llamado la atención de Don Lázaro.
En forma inesperada fue recibido por el General y accedió a su petición. Le dio uno a uno los nombres de quienes encabezarían las distintas carteras: Agricultura, Economía, Hacienda, etc y cual sería su sorpresa que el llegar al puesto de Procurador General de Justicia del Distrito y Territorios Federales (DF, Baja California Sur y Quintana Roo) escuchó su propio nombre: Lic. Raúl Castellano Jiménez. ¿Lo tenía en mente o lo decidió en ese momento? El hecho es que se convirtió en una de las personas de más confianza del Presidente pues compartían ideologías y formas de actuar y ocupó aparte de ese puesto inicial, el de Secretario del Presidente (le tocó integrar el texto de la expropiación petrolera) y Jefe del Departamento del Distrito Federal. Muchos años después fue Ministro de la Corte, Senador por Coahuila, Asambleísta en el DF, Embajador en Cuba y obtuvo la Medalla Belisario Domínguez y murió a los 90 años de edad.
El General Cárdenas estaba casado con la Sra. Amalia Solórzano Bravo, quien tuvo una participación discreta pero importante al lado de su marido. Fue ella quien inició la colecta nacional para el pago de las indemnizaciones por la expropiación petrolera, apoyó la decisión presidencial de asilo a 456 menores huérfanos, hijos de combatientes republicanos españoles (niños de Morelia), bautizó a la residencia presidencial como “Los Pinos” en honor a la huerta de su natal Tacámbaro. En sus Memorias el General expresó: “Amalia siempre estimuló las tareas de mis responsabilidades con gran sensibilidad”.
El Lic. Castellano estaba casado con la Sra. Consuelo Martínez Báez, a quien todos llamaban cariñosamente Chelo, oriunda de Morelia y quien también supo acompañar y apoyar a su esposo es sus importantes responsabilidades. Mujer guapa, distinguida, elegante y con un carácter envidiable que le permitió dar y recibir amor a lo largo de su vida, la que vivió con plenitud y alegría.
Los dos personajes compartieron grandes experiencias en el desempeño de sus funciones y las familias mantuvieron una relación de amistad. La semana pasada coincidieron en un hospital de la Cd. De México los hijos de ambas Damas y ante la preguntan de: “¿Que hacen aquí?” obtuvieron la misma respuesta: “Acompañamos a mi mamá que se puso enferma”. Doña Amalia murió el día 12 y Doña Chelo el 15. La primera vivió viuda 38 años y la segunda 16, manteniéndose activas.
Descansen en paz tan admirables señoras y nuestro más sentido pésame a los familiares, los que seguramente sentirán la gran tristeza de la separación física del ser querido, pero el orgullo al recordar su muy larga y fructífera vida.
Coincidencia singular,
Murieron Amalia y Chelo,
Vivieron vida ejemplar,
Las familias están de duelo,
Nadie las podrá olvidar.
Me voy a remontar a 1934 al día anterior a la toma de posesión como Presidente de la República del General Lázaro Cárdenas del Río. Un joven Abogado que dirigía un periodiquito político llegó a la casa del General solicitándole una entrevista para obtener las primicias con los nombres de los que integrarían su Gabinete.
El joven había nacido en Coahuila, estudiado Leyes en Guadalajara, se casó en Morelia y trabajó en Michoacán cuando el General era Gobernador de esa entidad y parece ser que su brillante desempeño había llamado la atención de Don Lázaro.
En forma inesperada fue recibido por el General y accedió a su petición. Le dio uno a uno los nombres de quienes encabezarían las distintas carteras: Agricultura, Economía, Hacienda, etc y cual sería su sorpresa que el llegar al puesto de Procurador General de Justicia del Distrito y Territorios Federales (DF, Baja California Sur y Quintana Roo) escuchó su propio nombre: Lic. Raúl Castellano Jiménez. ¿Lo tenía en mente o lo decidió en ese momento? El hecho es que se convirtió en una de las personas de más confianza del Presidente pues compartían ideologías y formas de actuar y ocupó aparte de ese puesto inicial, el de Secretario del Presidente (le tocó integrar el texto de la expropiación petrolera) y Jefe del Departamento del Distrito Federal. Muchos años después fue Ministro de la Corte, Senador por Coahuila, Asambleísta en el DF, Embajador en Cuba y obtuvo la Medalla Belisario Domínguez y murió a los 90 años de edad.
El General Cárdenas estaba casado con la Sra. Amalia Solórzano Bravo, quien tuvo una participación discreta pero importante al lado de su marido. Fue ella quien inició la colecta nacional para el pago de las indemnizaciones por la expropiación petrolera, apoyó la decisión presidencial de asilo a 456 menores huérfanos, hijos de combatientes republicanos españoles (niños de Morelia), bautizó a la residencia presidencial como “Los Pinos” en honor a la huerta de su natal Tacámbaro. En sus Memorias el General expresó: “Amalia siempre estimuló las tareas de mis responsabilidades con gran sensibilidad”.
El Lic. Castellano estaba casado con la Sra. Consuelo Martínez Báez, a quien todos llamaban cariñosamente Chelo, oriunda de Morelia y quien también supo acompañar y apoyar a su esposo es sus importantes responsabilidades. Mujer guapa, distinguida, elegante y con un carácter envidiable que le permitió dar y recibir amor a lo largo de su vida, la que vivió con plenitud y alegría.
Los dos personajes compartieron grandes experiencias en el desempeño de sus funciones y las familias mantuvieron una relación de amistad. La semana pasada coincidieron en un hospital de la Cd. De México los hijos de ambas Damas y ante la preguntan de: “¿Que hacen aquí?” obtuvieron la misma respuesta: “Acompañamos a mi mamá que se puso enferma”. Doña Amalia murió el día 12 y Doña Chelo el 15. La primera vivió viuda 38 años y la segunda 16, manteniéndose activas.
Descansen en paz tan admirables señoras y nuestro más sentido pésame a los familiares, los que seguramente sentirán la gran tristeza de la separación física del ser querido, pero el orgullo al recordar su muy larga y fructífera vida.
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