miércoles, 11 de noviembre de 2009

Cuidadanos dormidos

Gracias al “libre mercado”,
Beneficios de a montón,
A un grupo privilegiado,
Ya es grave la situación,
Mientras el pueblo amolado,
Sólo ve televisión.

La crisis mundial lleva ya dos años creando desempleo, hambre y desnutrición en el mundo y aunque parecen claros sus orígenes y los hechos que la desencadenaron, la clase política y los grupos de poder, parecen querer ignorar esta grave situación.

El seguir creyendo en los liberales, que insisten en que dar plena libertad a los capitales financieros y dejar que los mercados sean los únicos reguladores de las relaciones económicas y sociales, provocará una inmensa acumulación de beneficios para unos pocos, pero después vendrá la derrama sobre el resto de la sociedad y eso, es lo que nos ha llevado a una desigualdad creciente.

Los partidarios del mercado piensan que el Estado debe limitarse a dejar que los individuos actúen sin trabas, olvidando que entre ellos hay una gran desigualdad de capacidades, de medios y de oportunidades. Niegan y entorpecen cualquier intervención pública para ordenar la economía y para promover los equilibrios fiscales y la solidaridad social y por tanto desacreditan el ejercicio de la política.

La política debiera representar, en una verdadera democracia, la participación de los ciudadanos a la hora de organizar su convivencia y su futuro. Palabras como diálogo, compromiso, honestidad, conciencia, entrega, legalidad, bien público, debieran ser parte de la verdadera política y no confundirse, como es en la actualidad, con corrupción, paraíso fiscal, lavado de dinero, soborno, opacidad, tráfico de influencias, impunidad, escándalo, sectarismo y la humillación cómplice ante los poderes fácticos.

Cada día estoy más convencido de que para salir de esta crisis es imprescindible reivindicar la importancia de la política, la educación y la cultura y luchar contra todas las manifestaciones de la desigualdad. Pero ¿cómo?

Es urgente una verdadera reforma fiscal que garantice la equidad, la solidaridad fiscal, sin paraísos ni privilegios y la mayor contribución de los que más tienen, para que el Estado pueda cumplir sus obligaciones sociales e impulsar la economía.

Los valores culturales (anti valores) promovidos por el actual modelo global y marcados por la soledad, el individualismo egoísta, la degradación mercantil de los conceptos de felicidad y de éxito, el consumo irresponsable, la pérdida del sentido humano de la compasión y el descrédito de las ilusiones y las responsabilidades colectivas, deben tener como respuesta política la inversión en educación, investigación, capacitación laboral y promoción de actividades culturales, incluyendo la solidaridad, como muestra de la dignidad cívica de los sentimientos humanos.

Pero mientras la clase en el poder sigue hundiendo a México en la más deplorable y extrema pobreza y sigue entregando todas nuestras riquezas a extranjeros, la mayoría de la población está apática viendo el futbol y las telenovelas.

Los ciudadanos si nos organizamos podríamos tener un gran poder. Hay que apagar la televisión hasta que digan la verdad y mejoren la programación, hay que dejar de consumir en cadenas de autoservicio extranjeras, hay que exigir a los diputados que nos correspondan que voten de acuerdo a nuestro sentir, hay que manifestarnos en contra de los privilegios, pero no sólo de los sindicatos, sino de los grandes empresarios, de los funcionarios públicos de alto nivel, de los banqueros, de las televisoras, de los dueños de la telefonía, etc.

El mal que existe en el mundo y principalmente en nuestro país es la ignorancia, los ciudadanos unidos debemos luchar por los auténticos valores.

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